La aprobación de la nueva Ley de Inteligencia Artificial ha sido un logro por parte de la Unión Europea. Se trata de la primera región del mundo en regular una materia que puede ser fundamental para el desarrollo de la humanidad en los próximos años. La IA está llamada a impulsar la economía, modificar nuestro modelo de trabajo y, si se usa bien, defender nuestros derechos y libertades.
Pero regularla no es en absoluto sencillo. Como explicó hace unos días en DigitalES Carlos Romero Duplá, uno de los artífices del texto legislativo, llegar a un acuerdo entre los 27 países que conforman la UE requirió de largas y complicadas negociaciones. Unos abogaban por la protección de los datos, otros se centraban en la definición de lo que es la IA, otros en la afectación al copyright y otros en evitar el duplicado de legislaciones. Son tantas las aristas de la inteligencia artificial que abordarlas se convirtió en una tarea de titanes.
Y sin embargo se consiguió. El pasado 13 de marzo, con 523 votos a favor y solo 46 en contra, se aprobó una Ley que entrará en funcionamiento en su totalidad a mediados de 2026. Sin embargo, algunas de las obligaciones que contiene llegarán antes. Seis meses después de su entrada en vigor, que tendrá lugar en el momento en el que se publique en el Diario Oficial de la UE, los estados tendrán que ir eliminando progresivamente los sistemas prohibidos. Al año, las herramientas como ChatGPT deberán comenzar a compartir más datos y a demostrar que respetan las leyes de derechos de autor.
Ahora bien, ¿cómo afecta al ciudadano común esta nueva legislación? ¿Qué cosas prohibirá y de qué se encargará de protegernos?
La inteligencia artificial –lo ha dicho hasta el propio Sam Altman, fundador de OpenAI- no está exenta de peligros. Mal empleada puede convertirse en una herramienta de control y alienamiento y eso es precisamente lo que Europa cortará de raíz con esta legislación. Así, quedan rotundamente prohibidos los sistemas destinados a la puntuación social, que califican a los ciudadanos en virtud de distintos parámetros para, en función de ellos, concederles o rechazarles algunos privilegios.
Lo que está prohibido
El artículo 5 del nuevo reglamento establece qué usos de la IA estarán prohibidos en el Viejo Continente. Gracias a estas limitaciones, los ciudadanos podrán salvaguardar sus derechos y libertades y evitar los escenarios distópicos que preocupan a los detractores de estas herramientas, que podrían darse en entornos no regulados. Estas son las opciones prohibidas que no veremos en Europa
1. Las técnicas subliminales, manipuladoras o engañosas asistidas por IA para influir en el comportamiento.
2. La utilización de herramientas de IA para deducir las emociones de una persona en el lugar de trabajo o en un entorno educativo.
3. El uso del reconocimiento facial en tiempo real en lugares públicos (aunque hay excepciones para las fuerzas de seguridad siempre que cuenten con la autorización de un juez).
4. El empleo de IA para estimar la probabilidad de que una persona cometa un delito basándose únicamente en sus características personales, lo que se denomina vigilancia policial predictiva.
5. La creación de bases de datos de imágenes faciales mediante el rastreo de Internet o de vídeos de CCTV.
6. El scoring social, que consiste en rastrear el comportamiento de una persona y darle algún tipo de puntuación por ello.
La normativa fija multas por incumplimiento que pueden ascender hasta 35 millones de euros o el 7% del volumen de negocios anual total a escala mundial del ejercicio financiero anterior.
ChatGPT y Bard
Por su parte, los desarrolladores de modelos de IA generativa como los de ChatGPT o Bard tendrán que mantener una documentación técnica detallada, ayudar a las empresas o personas que utilicen sus modelos a comprender la funcionalidad y los límites de las herramientas, proporcionar un resumen del material protegido por derechos de autor (como textos o imágenes) utilizado para entrenar los modelos, y cooperar con la Comisión Europea y las autoridades nacionales competentes en el cumplimiento de la normativa.
En suma, una serie de normas que permiten a los ciudadanos europeos disfrutar de las ventajas que proporciona una tecnología como la inteligencia artificial sin verse amenazadas por los posibles malos usos que se puedan derivar de la misma. Un enfoque pionero llamada a influenciar a otras legislaciones futuras, que podrán ahora mirarse en el espejo de una ley que prima los derechos de las personas sin renunciar a los beneficios de las máquinas.